Erik Van Der Grijn
Wabi Sabi
Fotografia
En 2009, empecé a trabajar el tema de la Suma Cero, tomado de la formulación matemática de que sólo existe una cantidad limitada de "material" en el mundo, de que si un lado gana, el otro lado tiene que perder, en la misma cantidad, lo cual... suma cero.
Dicha mentalidad, según vi, se había concretado en el concepto general de que entre las personas (o los grupos, las religiones, los partidos políticos, los países o lo que sea) uno tiene que ganar y el otro tiene que perder.
Para mi próxima exposición individual en el Centro Cultural Borges de Buenos Aires, yo tenía planeado seguir profundizando este tema.
Sin embargo, estando en el Lejano Oriente a principios de este año, visité un monasterio budista en Hong Kong, uno de los espacios más activos, ruidosos y capitalistas del mundo.
Y a pesar de todo ello, allí, en medio de aquella enérgica ciudad estado, fantásticamente moderna, se puede llegar en subte al hogar mágico, tranquilo, solitario y encantador, místicamente envuelto en su propia aura, de unos monjes que, vestidos con toda simplicidad, labran sus huertos en silenciosa armonía: un sitio abrumador por su simplicidad, trascendente y magnífico.
La impresión me acompañó a través de los Estados Unidos y después hasta la Argentina.
En mis lecturas, descubrí por mi cuenta el concepto de wabi-sabi, una idea y un ideal casi demasiado sutiles para las palabras, por lo cual he preferido la pintura.
Un conocido me representó el wabi-sabi con la imagen de unos monjes que rastrillan las hojas del suelo, recogiendo cada una de las caídas, para luego volver a tirar unas pocas aquí y allá, porque nada es permanente, toda vida termina y la perfección no existe.
El wabi-sabi reconoce, en realidad acepta sin problemas, que no hay más que tres realidades: nada dura, nada está terminado y nada es perfecto.
Qué belleza absoluta hay en ello, qué gracia, qué tranquilidad...
Erik Adriaan van der Grijn
Buenos Aires, octubre 2013
Inauguración 10/4 | Cierre 4/5