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La majestuosidad comienza en la Plaza Mayor y su jardín de orgullosas palmas. Su arquitectura colonial la conforman amplias, ventiladas y cómodas casonas y palacios de desmesurado lujo que se integran y hacen de Trinidad una indiscutible joya urbanística y arquitectónica del continente. Los trinitarios han logrado mantener la villa muy bien conservada y han hecho de la preservación de las obras de arquitectura su razón de ser, tanto las domésticas, como las públicas y religiosas.
Lázaro David Najarro Pujol