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De Tomás Vélez tengo / (de Tomás Vélez, mi maestro) / el pizarrón con logaritmos / y un colmenar oscuro de abejas matemáticas / en el Callejón de la Risa. / Apeles Pía me espera, / pintor municipal de viento y polvo, / el Enemigo Bueno, / diablo mayor, que me enseñó / la primera mujer y el primer trago. / ¿Y aquel ancho periódico / donde el señor Bielsa desataba / ríos editoriales? ¿Dónde está el coche, / con su tin-tán, tin-tán, / con su tin-tán el coche / de don Miguel Ramírez, médico / quebradizo y panal que tuvo fuerzas / para arrancarme de raíz? Encuentro / en un recodo del recuerdo, / frente a un muro de plomos alfabetos, / a Próspero Carreras, el tipógrafo / casi mongol, breve chispazo eléctrico / allá en la suave imprenta provinciana / de mi niñez. Ahí pasa / Cándido Salazar, que repartía / de barrio en barrio y sueño liberal, / repartía / con su perfil de emperador romano, / repartía / bajo un cielo de estrellas y murciélagos, / en la noche reciente repartía / rosas de tinta
Lázaro David Najarro Pujol