Fotografía de Teatro
Hacer obra sobre la obra
Cuando para un fotógrafo se abre la posibilidad de fotografiar una obra de arte, sea escénica o plástica, enfrenta simultáneamente un desafío de importancia; un acto en el cual se pone en juego su potencial artístico. Puede ocurrir que deba conformarse con la mera reproducción descriptiva de la obra como un documento, o bien que pueda lograr un trabajo poderosamente creativo y, así, hacer obra sobre la obra.
También es cierto que esta disyuntiva está siempre presente en el trabajo del fotógrafo, ya sea en el ámbito del periodismo, de la moda o de otra especialidad y su talento para crear una obra nueva sin traicionar al original puede ser fuente de profundas satisfacciones y alegrías.
Fotografiar obras de arte consiste en reproducir fotográficamente una realidad aportando una visión e interpretación particular que den cuenta del mensaje del original y que estas imágenes, al mismo tiempo, constituyan por sí mismas una obra, una expresión de la mirada del fotógrafo.
La fotografía de teatro, en particular, es un área que abre generosamente estas puertas, como si propusiera llevar el trabajo creativo mucho más allá de la escena.
Veremos las maneras de construir esta obra sobre la obra a partir de la escena, analizando en una serie de fotos de teatro la composición y el encuadre, las expresiones, la exposición y la importancia del instante.
Los aspectos técnicos
En fotografía de teatro el equipo debe satisfacer algunos requisitos mínimos para permitir registrar imágenes rápidamente, en movimiento y con poca luz. Obviamente nos referimos a cámaras que permitan un enfoque rápido, con lentes luminosas y la posibilidad de trabajar con sensibilidades elevadas (800 iso o más), y esto es válido tanto en analógico como en digital.
La mayoría de las cámaras reflex cumplen con estos requisitos siempre y cuando tengan ópticas luminosas y su principal inconveniente se encuentra en el ruido que produce el espejo. Una mejor opción es la de las cámaras profesionales con visor directo ya que son rápidas y silenciosas.
Las cámaras compactas tienen a veces un enfoque demasiado lento y es preferible ajustarlas en foco fijo teniendo en cuenta que su profundidad de campo es amplia debido a la pequeñez del sensor, aunque esto último conspira contra la calidad de la imagen.
El equipo es apenas el principio en esta tarea de fotografiar teatro, y ahora veremos las distintas situaciones en las que puede encontrarse el fotógrafo de escenas.
Para comenzar y desde la butaca del espectador
En el registro de escenas esta es la situación que se presenta más a menudo, el fotógrafo se sienta en una butaca y sin la opción de desplazarse. Su arte encontrará la forma de manifestarse mediante su capacidad de captar la escena con un encuadre particular en el que la composición y el juego de los distintos elementos crean una imagen que transmite por sí misma ya no solamente lo que la obra cuenta sino también la transformación que de ella hace su mirada.
Un encuadre abierto, abarcativo, describe la situación de manera tal que deja al espectador de la imagen la tarea de hacer su propia lectura e interpretación de la escena; un encuadre cerrado atestigua de la mirada de otro, de aquel que ha puesto en práctica una de las premisas fundamentales de la fotografía: elegir.
Aquí, con el encuadre cerrado, el fotógrafo juega con la composición y selecciona los elementos a los que atribuye mayor importancia ubicándolos en la imagen en los lugares más pregnantes, y, para esto se apoya en la iluminación que convocará la mirada hacia el sitio donde ocurre la acción. En teatro la iluminación está previamente diseñada con esta misma intención y el trabajo del fotógrafo es exponer de manera que esa tendencia sea notable.
A modo de ejemplo mostramos la fotografía (Nº1) obtenida en una escena de “Armando lo Discépolo” obra de creación colectiva bajo la dirección de Pompeyo Audivert.
En esta imagen el encuadre se realizó para destacar la importancia del personaje que se encuentra en la cama en sus últimos momentos y se equilibra con el que lo observa desde la derecha. La exposición se ajustó para el rostro del moribundo dejando así en sombras, como fondo, al resto de los personajes. Más allá de las particularidades de esta imagen, el autor percibió en el instante de la toma la magnitud de una escena de trascendencia universal, tanto por el momento que describe como por una composición visual que refiere a obras pictóricas como la “Lección de anatomía” de Rembrandt, el “Cristo muerto” de Mantegna, o a las fotografías de la muerte del Che Guevara. Es como si una determinada situación de profundo contenido pudiera transmitirse mejor cumpliendo con una cierta manera de abordarla, al tener en cuenta la fuerza del ritual.
Es importante destacar que el ángulo particular desde el cual fue sacada la imagen se obtuvo al asistir a más de una representación y por la elección de la butaca desde la cual pudiera obtenerse esta perspectiva.
Desde un lugar fijo o desde cualquier sitio en el que se sitúe el fotógrafo otro factor fundamental es captar el instante.
El teatro es movimiento y es pulsación, el espectador asiste a un ritmo en el que los crescendos y las culminaciones marcan el instante en que la imagen cobra toda su potencia. Para participar de este ritmo es necesario percibirlo en el propio cuerpo, comenzando por la respiración y esto es lo que abre la posibilidad de percibir que uno se encuentra ante aquel instante preciso.
En la fotografía (Nº2) de una escena de “La Plebe, tronación histórica” de Andrés Mangone y Flora Gro, con dirección de Andrés Mangone, se asiste, desde la posición del espectador, a un cuadro en el que los cuatro personajes parecieran ser uno solo en movimiento, la mirada recorre desde la cabeza que está más abajo hacia arriba llegando a la de la derecha y, en ese abanico, se crea la ilusión de un despliegue.
Esta imagen sólo existe durante una fracción de segundo y depende de la presencia del fotógrafo el elegir exactamente el instante de la toma.
Cuando el fotógrafo participa de la escena
Esta situación abre, obviamente, muchas más posibilidades de transmitir una mirada particular y de dar un mayor impacto visual a una escena determinada. Es como si, en lugar de la representación prácticamente plana a la que asistimos, nos viéramos insertos en una escena netamente tridimensional, donde ya no sólo es importante el encuadre y el instante sino también el lugar en el que se ubica el fotógrafo para contar aquello que está viendo.
En la fotografía (Nº3) perteneciente a la obra “Bajo el Péndulo” escrita y dirigida por Melanie Alfie, se trabajó durante un ensayo general, lo que dio la posibilidad de entrar en la escena sin perturbar al público, la ubicación del fotógrafo en el suelo, con su cámara apoyada en el piso, genera una imagen de mucha profundidad en que las cabezas de ambos personajes recorren toda la diagonal del encuadre y la mirada se realiza ahora desde la misma altura en que se encuentra el rostro de la actriz en el suelo, esto deja entrever un compromiso con la escena, un poner el cuerpo en la acción y convierte al fotógrafo en partícipe de esta.
La caída de sal y el montículo que forma, entre ambos personajes, realiza la unión visual sin la cual podrían haber quedado sin conexión entre sí.
La importancia del punto de vista
Cuando existe la posibilidad de desplazarse frente al escenario o dentro de él, entra en juego la decisión del punto de vista para poder relatar en una sola imagen fija una secuencia de acciones de la obra.
En la fotografía (Nº4) obtenida en la obra “Fin de Partida” de Samuel Beckett, con dirección de Lorenzo Quinteros y Pompeyo Audivert, se buscó integrar a los cuatro actores que participaban en una imagen que diera cuenta del rol de cada uno de ellos.
La elección de un sitio desde el cual se pudo ver a los cuatro con sus cabezas recorriendo la diagonal de la imagen permitió obtener un hilo conductor que los presentara y relacionara.
La dificultad mayor se encuentra generalmente en la profundidad de campo para obtener foco en todos los personajes.
El brazo levantado del actor produce la unión entre aquel que mira por la ventana y los otros dos que están hundidos en los grandes cestos de basura.
La escalera a la cual está subido el actor que mira por la ventana recibe una iluminación que equilibra la importancia de esa zona con aquella de los primeros planos y evita que el actor quede flotando en el aire, al mismo tiempo esa línea recta pone un límite visual del lado izquierdo de la imagen para que la mirada se dirija hacia el resto de los personajes.
En esta composición quedan en primer plano dos rostros sumamente expresivos mientras que los cuerpos cuyo peso en la escena está dado por su actitud corporal quedan en un plano más alejado.
La repetición de situaciones en ensayos
Cuando se trata de fotografías previas a las funciones con el fin de entregar imágenes a la prensa o para un afiche o programa, se presenta una situación totalmente diferente que exige al fotógrafo ocupar por unos instantes el lugar del director.
La mayoría de las veces se crea una escena ficticia, una escena que no existe en la secuencia final de la obra pero que debe mostrar en una imagen el nudo de fuerzas y energías que están involucradas.
Para esto los actores construyen un fragmento y lo juegan, y es imprescindible que en cada momento exista en ellos la vida, y que aún en la brevedad de aquel acto sus cuerpos se encuentren transitando un recorrido vital y en sus miradas se perciba el brillo que da la acción y el estar presentes en el aquí y ahora de la representación. Se pide entonces a los actores que lleguen a la situación, que se aproximen y pasen por aquella composición.
En muchos casos el fotógrafo debe además iluminar la escena ya que las luces definitivas aún no estarán disponibles, y eso puede lograrse con uno o más equipos de estudio.
Una buena solución cuando debe llevarse el equipo a un teatro es equiparse con un flash de estudio con su trípode y un paraguas plateado.
Este equipo mínimo permite crear una iluminación direccional, dramática y al mismo tiempo iluminar a varios actores en distintos planos, tal como se ven en la fotografía (Nº5) de “La Pecadora” de Adriana Genta, con dirección de Lorenzo Quinteros.
En este caso se construyó la escena para la fotografía de prensa, los rostros de los tres personajes de la izquierda conforman una línea en diagonal que desciende hasta la mesa donde se encuentran los poemas de Delmira Agustini, tema central de la obra, y, equilibrando esa composición se encuentra del otro lado su marido.
El conjunto forma una suerte de “V” que converge hacia los poemas, en una composición que parece encerrar la mirada en ese pequeño mundo de conflicto.
Lo pictórico y el movimiento
La utilización de una máquina como intermediaria imprescindible para expresarse ha llevado desde siempre al fotógrafo a un tironeo interno en el cual se oponen por un lado la tecnología, la técnica y el perfeccionismo de la imagen como reproducción exacta de la realidad y, por otro lado, la flexibilidad, la espontaneidad y la poética que requiere la elaboración de toda obra de arte.
Cuando de lo que se trata es de fotografiar teatro surge la oportunidad de dejarse llevar por la poética sacrificando a veces la precisión y la exactitud de la reproducción.
En la imagen (Nº7) de “La Plebe” se registró una escena en la que casi todos los personajes aparecen movidos, salvo dos de ellos que miran de frente y que, precisamente por su protagonismo en la escena, son foco de la imagen y centro del movimiento.
Las cabezas en movimiento hacen converger la mirada hacia aquellos personajes centrales y les dan relevancia y resaltan su peso y su asentamiento.
El teatro es acción, es pulsación, y la fotografía puede lograr ser un reflejo de esa esencia si el fotógrafo compone imágenes en las cuales las diagonales y los juegos dinámicos de fuerzas lleven al espectador de la fotografía a sentir ese movimiento aún mirando una sola imagen inmóvil.
La fotografía de teatro no se diferencia de otras especializaciones del arte, requiere al igual que en todas las otras la participación activa del fotógrafo lo que significa que no sea meramente espectador de aquello que fotografía sino que sea parte, de un modo u otro. Quien fotografía deportes lo siente en el cuerpo, quien se dedica al retrato establece una conexión con su modelo que trasciende la simple mirada y quien fotografía teatro es, aún cuando esté sentado en la butaca del espectador, parte del espectáculo porque participa de la escena no sólo con su cámara y su mirada, es su totalidad la que se compromete para tener la oportunidad de sentir el lugar y el momento justos, allí donde la acción parece detenerse durante un instante infinitesimal.
Michel Marcu
www.michelmarcu.com