Opinión
LA IMAGEN QUE LATE
“Ver un mundo en un grano de arena
Y un paraíso en una flor silvestre
Sostener el Infinito en la palma de su mano
Y la Eternidad en una hora”
(William Blake, Auguries of innocence)
En la total oscuridad de la cámara late la imagen. Quedará latiendo hasta que, con infinito cuidado, se la extraiga para revelarla.
Esa imagen, latente y luego revelada, lleva consigo algo más que la información de un suceso, de un rostro, de un paisaje, transporta algo de la luz que se desprendió de ese rostro para anidar en la superficie sensible.
Todo lo que recibe luz se convierte en fuente de luz y esa transformación va repercutiendo: comienza con el sol o con una lámpara, sigue con el rostro que recibe y entrega la luz y llega a la película sensible que atesora y se convierte en custodio de la cadena.
Ocurre a veces que la película queda días o años sin revelar, en la total oscuridad, y en algún momento alguien se encarga de hacerla dar a luz.
Esta imagen revelada será reproducida sobre papel sensible y entregará nuevamente, en ese proceso, algo de la luz original que recibió al ser expuesta.
Sobre el papel quedará un rastro de aquella mirada que despareció hace tantos años o de un paisaje ya olvidado.
Pero, aún en cantidades ínfimas estará aquella luz. La luz que viaja a velocidades inconcebibles para la mente humana quizá tarde años en recorrer el corto trayecto de un rostro hasta aquel trozo de papel fotográfico. Pero ahí estará.
Cada vez que sostenemos una fotografía en la mano, cada vez que la miramos, hay algo de la luz original que nos toca. Es ínfima por su cantidad, y si en una parte puede estar el todo, entonces esa es la magia de la fotografía.
Pero es necesario actualizarse ya que todo lo dicho es válido cuando se trata de imágenes sobre material sensible, imágenes analógicas.
¿Y qué ocurre con la fotografía digital? Se puede decir que con la tecnología actual, la fotografía digital puede lograr resultados técnicos muy superiores a la fotografía sobre film, en calidad, definición, sensibilidad a baja iluminación, y todo eso sin contar con lo económico, práctico e inmediato.
En una buena cámara digital están todas las posibilidades: color o blanco y negro, alta o baja sensibilidad y muchas otras ventajas.
¿Por qué seguir entonces utilizando el film?
Será nostalgia, conservadurismo.
El núcleo del asunto es la luz, en la cámara digital esta llega a un sensor, en lugar de película, que en un tiempo brevísimo convertirá la información que transporta en una enorme cantidad de ceros y unos (por definición de digital) que describen con precisión la imagen recibida. Este es el secreto de la calidad y el éxito de la fotografía digital.
¿Porque entonces insistir con el film?
Porque en el proceso de conversión a ceros y unos solo quedó la información, la luz ya no puede estar, no puede latir en una sucesión de ceros y unos por innumerables que sean.
Podríamos decir que la luz se desintegró, cumplió el papel de transportar la imagen y luego pasó a ser prescindible.
Se puede calcular cuanta información quedó en la imagen o basta con ver cuál es su “peso” en la computadora.
Lo digital funciona con un número finito aunque enorme de bits, de ceros y unos.
El film en lugar de bits, tiene “granos”, pequeñas aglomeraciones de distintas formas que describen la imagen. Cada grano tiene una forma ligeramente distinta de otro y es por esto que lo que transporta una imagen fílmica es infinito.
Basta con ver lo que ocurre cuando una imagen está muy ampliada y muestra el grano, puede ser sumamente atractiva mientras que al ver una imagen con los pixeles ampliados se produce un rechazo casi unánime.
Y por este motivo el film puede invocar la luz original de lo fotografiado, porque latió y tiene vida, con todo el misterio que la palabra vida encierra, entre otras cosas: lo infinito.
Cada grano es el resultado particular de una porción de luz que proviene de un objeto o de una piel, que pertenece a alguien, que es hijo o hija de tal y cuyos orígenes se remontan a lo ilimitado.
Es la diferencia entre lo que tiene vida y lo que no.
Es una diferencia muy sutil y posiblemente no se pueda percibir sobre el objeto mismo, sobre la fotografía, pero tiene su peso y es lo que lleva muchas veces a retornar a la vieja cámara, sin zoom, y cargarla con un rollo en blanco y negro, costoso, laborioso, pero que llevará en sí un fragmento auténtico del mundo.
Quizá solo se pueda percibir esa vida cuando se fue testigo del revelado del film y luego del papel en el que se vio aparecer lentamente la imagen que cobraba vida en el líquido revelador.
Michel Marcu
http://www.michelmarcu.com