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Don Exposito

Publicado: 30-10-2008
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Por: Ricardo Cascio

Catriel - Rio Negro
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Al principio lo miraba de lejos…
Era extraña su figura grande, dibujándose al contraluz de la tarde con su manguera y su fresco chorro de agua, luchando contra la sequedad de la región.
De una punta a otra de la vieja plaza, llegaba el con su frescura, a calmar la sed de los rosales, de los pinos y del muerdago.
Aquí y allá una estaca para afirmar las débiles plantas que se debatían contra el viento patagónico.
Cuando no estaba regando vigilaba los juegos; gastados toboganes y chirriantes hamacas que de vez en cuando eran usurpados por algunos muchachotes ya crecidos o por alguna pareja que, helado en mano, jugaba a besarse entre el balanceo desigual del viejo columpio.
Una tarde comenzamos a conversar. Recuerdo su voz pausada que concordaba armoniosamente con su gesto bonachón.
En una oportunidad le pedí autorización para fotografiarlo. Se noto su gesto de asombro.
Hice un par de tomas y corrí a revelarlas en mi cuarto oscuro. Recuerdo que al obtener las primeras impresiones me quede largo rato observándolas; observando el rostro de aquel hombre que se me ocurría debía tener pies de hierba fresca.
Algunas tardes, cuando la plaza estaba desierta de voces, risas y vientos, era factible verlo de pie, entre los árboles, como intentando extender sus propias raíces es esa tierra que cuidaba con tanto denuedo.
Al verlo así, imaginaba que por las noches, al quitarse el viejo mameluco antes de irse a dormir, brotaban de su pecho bandadas de cantos de pájaros y luminosas risas infantiles, que alzaban vuelo y luego de revolotear por toda la habitación se posaban en su almohada para acompañar sus sueños. Al día siguiente retornarían a su pecho mientras bebía el humeante café de la mañana, para obtener de nuevo su libertad al llegar a la plaza. Una vez allí los cantos y las risas se distribuían estratégicamente dirigidas por el para hacer compañía al paseante solitario.
Si, en verdad lo veía casi como un mago. Su nombre: “Don Expósito” y era el placero de la vieja plaza.
Un día, creo que nadie sabe cuando, dejo de estar…imagino que ha de haber sido de noche, antes de recoger las voces y las risas, y que, con una breve lágrima habrá regado la última rosa...
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