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El peligro de volar

Publicado: 23-02-2010
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Por: Roberto H. Kuper

Buenos Aires, Argentina
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  Tweet Hay cosas que en el momento en que acontecen… nos causan mucha rabia y descontento… pero que al transcurrir el tiempo se convierten en anécdotas divertidas… y por consiguiente forman una historia jocosa y contable. 

Hace ya un año, mi hija Fabiana y su esposo Ernesto, nos regalaron un hermoso viaje a Villa La Angostura a un hotel posada en la Bahía Manzano… un sueño de lugar. 

Pero la cosa comenzó en el viaje desde Buenos Aires hasta Bariloche.
Realizados los trámites y despachado el equipaje, con Tita subimos al avión de Aerolíneas Argentinas y nos ubicamos en nuestros lugares ya asignados… con el único y pequeño inconveniente de no estar juntos, pero apenas separados por el pasillo… o sea cerca uno del otro. 

Ya relajados y observando el trajín de los pasajeros, veo un personaje… gordo…pero gordo gordo… inmenso, que fue acercándose a la fila que yo ocupaba…cómodo y feliz, esperando el inicio del viaje.
Comencé a temblar… 

Haciendo rápidos cálculos matemáticos… determiné el volumen y peso de ese ser espeluznante…mientras girando la vista veía el asiento vacío a mi lado…y el resultado me decía que el tamaño del mismo no lograría contener esa mole. 

De manera cortés me pidió permiso para acomodarse… me puse de pie…dejándolo pasar, se dejo caer en su butaca a presión.
No se si fue mi imaginación … pero sentí que el avión se hundía al recibir semejante carga…
El señor comenzó a buscar su comodidad, para lo cuál levantó el apoyabrazos que separaba nuestros lugares… 

Ya aterrorizado miré el escaso lugar que me dejó libre su carne… a lo que opté por quedarme de pié en el pasillo…
Ya los pasajeros estaban acomodados y contemplaban risueños la situación planteada… a lo que una azafata se acerco y me rogó que ocupara mi lugar y me colocara el correspondiente cinturón, cosa a la que me negué, mostrándole la imposibilidad de hacerlo, por el diminuto lugar que había quedado… que la mesita adosada en mi sitio no se podía bajar por culpa
de la barriga del personaje… que se mantenía completamente ajeno al problema, que se agravaba más… ya que como su cinturón de seguridad no le alcanzaba, había enganchado el suyo con el mío. 

La aeromoza recurrió la presencia del comandante del vuelo, que al ver el problema, me ofreció a ubicarnos en la primera categoría, cosa que lógicamente acepté y agradecí. 

En ese instante, el pasajero voluminoso saliendo de su letargo para Exigir que ese beneficio fuese para él.
Mi señora y yo, ignorándolo como el estuvo haciendo… fuimos junto con la azafata a nuestra nueva y cómoda ubicación. 

Pasada una semana y en el viaje de retorno, varios pasajeros que viajaban en el vuelo anterior, risueñamente me hacían notar la presencia del voluminoso señor… a lo que irónicamente les
comunicaba que en el retorno lo habían acomodado en la bodega del avión junto al equipaje. 

Lo que tranquilizó al pasaje, especialmente a los que llevaban consigo y en el equipaje de mano… los deliciosos chocolates del lugar. Foto 1   FotoRevista no asume ninguna responsabilidad por el contenido esta nota,
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