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Entrevista a Gustavo Arrivillaga

Publicado: 15-03-2010
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Por: Florencia Vaccari

Chivilcoy, Bs.As., Argentina
http://www.laliebredechivilcoy.com.ar
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Fotos con memoria
Es un apasionado y un profesional de la fotografía. Escribe como colaborador para La Liebre y lo ha hecho en ocasiones para otros medios gráficos a nivel nacional. Se define como autodidacta. Su tránsito por distintos talleres lo hace recordar y rescatar atributos de sus maestros.
Por Florencia Vaccari 


“Saco fotos desde que tengo memoria. Soy un apasionado de dejar registro de lo que hay, de lo que se hace; de las cosas que, a corto o mediano plazo, van a desaparecer”, comienza narrando Gustavo. A medida que el actual alumno de Daniel Muchiut habla, van pasando por mi cabeza las fotos que desde su página web nos cuentan historias sobre pueblos, vidas, rostros que se vuelven vulnerables, se presienten olvidados, se esconden de la memoria. 

¿Conservás fotos de las primeras que sacaste?
Algunas. En mi casa desaparecieron muchas ya sea porque se perdieron, se quemaron o tiraron por accidente. Son más las que perdí que las que tengo. Además antes con la cámara analógica sacaba menos que ahora por una cuestión de costos. Aparte, de chico me las tenían que bancar mis viejos. Imaginate que si sacaba 10 rollos, por un mes no comía ninguno. Sacaba, revelaba y copiaba como podía. Después cuando empecé a laburar una manera de abaratar costos fue montar mi propio laboratorio, que hoy lo tengo, desactivado porque no me da el tiempo para hacerlo, pero lo tengo. 

¿Esa pasión desde tan chico te fue transmitida por alguien?
Siempre me lo preguntaba, y aunque lo intuía, la respuesta la terminé de cerrar en mayo de este año, cuando murió mi tía, a los 93 años. Yo heredé su cámara de sacar fotos. Mi tía sacó fotos toda la vida y yo tengo ese recuerdo. Ella fue muy importante en mi vida y en mi crianza, lo que podría llamar una segunda madre. Donde iba llevaba su cámara. Tanto es así que murió un jueves y en su cámara encontré fotos sacadas a las personas que más conocía dentro del asilo una semana antes.. 

Última pregunta sobre los inicios. ¿Te acordás de tu primera cámara?
En casa había una vieja cámara alemana. Era vieja ya cuando yo empecé a usarla. La primera cámara que compré, que me compró mi viejo mejor dicho, era una Kodak Fiesta, de esas cuadraditas de plástico. Saqué montones de fotos, eran malísimas, las fotos, la cámara. También me acuerdo de la primera cámara buena que me compré, fue en 1981, cuando empezó a quedarme algo de plata como para destinar a la compra de algo placentero. Esa cámara -una Nikon FM con un normal y un tele- la conservo en perfecto estado, cargada y lista como para tomar fotos en cualquier momento. 

¿Cuándo esta actividad placentera se convirtió en un trabajo? aunque no sea el que te da de comer.
Hace relativamente poco, entre 4 y 5 años. He hecho tapas de discos, fotos para libros, notas y fotos para revistas. Coincide con la época en que empecé mis talleres con Daniel Muchiut, pero no en cuanto a la formación técnica. Yo en ese sentido me defino como autodidacta. Hice algunos cursos en Chivilcoy, he leído muchísimos libros, comprado algunos; de hecho aprendí a revelar siguiendo las instrucciones de un manual, con prueba y error. 

De los cursos que hiciste, de los maestros ¿qué rescatás?
El primero lo hice con Lito (Angel) Sallago en el Museo Pompeo Boggio en 1982. Ahí aprendí algunas cuestiones técnicas que no sabía. Lito es un fotógrafo de la vieja escuela, sigue sacando con analógica, si bien por tratarse de lo suyo está actualizado con respecto a la tecnología digital. En el año 2003 hice otro taller también en el museo, que era auspiciado por el Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas de la UBA, dictado por Daniel Bragini, que trabajó mucho tiempo para La Nación. Con él empecé a analizar la obra de distintos autores, algo muy importante para la formación de un fotógrafo. Daniel viaja mucho por el mundo, haciendo fotografía turística. De él siempre rescato que logró transmitirme la pasión por la fotografía -su pasión- algo que trasuntaba en sus clases. Hace poco me escribió desde Malta y me comentó que está terminando de hacer los arreglos para una muestra en el Teatro de San Martin sobre un trabajo que comenzó hace algunos años. Es del grupo de Eduardo Gil, tiene formación autoral. 

Hace varios años que vas al taller de Muchiut. ¿Qué valorás de ese espacio?
Todo. El grupo de compañeros. Ya vamos para el quinto año juntos. Rescato la calidad de Daniel, un tipo al que admiro como fotógrafo y respeto muchísimo como persona. Él respeta de la misma manera el material que cada uno lleva. Te orienta desde su lugar, te ayuda a analizarlo, a encontrar un camino, a descubrir el punto en el que uno debe preguntarse si esa obra está cerrada. También el hecho de que funcionemos bien como grupo creo que tiene mucho que ver con su papel de coordinador. El taller tiene una estructura de trabajo: arrancamos, generalmente, analizando aquellos proyectos en los que trabajamos conjuntamente, llevamos fotos de la obra que cada uno de nosotros viene desarrollando y las comentamos entre todos, vemos la obra de autores clásicos y también la de autores más contemporáneos, de los que tienen que ver con lo nuevo que se está haciendo en fotografía. Leemos textos. En lo que respecta al trabajo colectivo, Daniel tira un tema, innegociable, a comienzos del año y sobre el mismo trabajamos (en 2008 fue el amor, 2009 los miedos). Estos temas fueron con los que más salimos a la calle como grupo. Antes los trabajábamos internamente y el que quería mostraba sus trabajos, por ahí organizábamos una muestra colectiva con temáticas individuales. Hicimos varias, hemos expuesto en diferentes lugares de nuestra ciudad, en Chacabuco, en el Museo Loza de Alberti. 

Temas
“Considero que es muy importante la memoria a lo largo de nuestra vida, de nuestra historia, para recordar qué hicimos bien y qué hicimos mal. De igual manera valoro la memoria de los lugares, el registro de lo que hubo en tal o cual sitio. Si bien en Chivilcoy los cambios se notan mucho, creo que -desde lo físico, su infraestructura- en los pueblos que nos rodean se nota aún más, especialmente en el deterioro o desaparición de aquellas construcciones centenarias. A mi uno de los lugares que me resulta atrapante y a la vez deprimente son las estaciones de trenes. Descubrir graffitis en las paredes, antiguos carteles, todo eso me lleva a pensar en las miles de historias que habrán pasado por ese lugar, las relaciones que habrán empezado o terminado en un banco, por ejemplo”. 

Esa sensibilidad se transmite perfectamente con tu serie de fotos de Ernestina. ¿Cómo llegaste ahí?
Por un comentario de una amiga de mi señora que sabe de esta locura mía de tomarle fotos a los pueblos. Y me enamoré de Ernestina. Están los carteles de los sitios para atar a los caballos, los que prohíben escupir en el piso, son recuerdos centenarios. Después de una primera visita empecé a investigar la historia del lugar. Primero me miraban con desconfianza y terminé charlando hasta con los históricos del pueblo. Una señora mayor, nacida en el lugar, me acompañó en un recorrido por sitios que yo no conocía. Recuerdo que me preguntó si estaba interesado en entrar a la iglesia, y ¡ella misma me hizo entrar porque era quien se encargaba de la limpieza! A esa iglesia volví muchas veces. Sacar fotos con una pretensión artística no es lo mismo que hacerlo para un cumpleaños, se requiere tiempo. 

¿Cuánto de producción tiene el backstage de tus fotos? Cuánto de pose, me refiero. Muchas parecen haber sido sacadas al azar.
Tiene que ver con el entrenamiento que uno tiene del ojo. Yo hace años que estoy en esto. Mi cabeza ve fotos permanentemente. No solamente cuando estoy sacando fotos sino cuando no estoy sacando fotos. Cuando estoy trabajando, cuando voy por la calle. Yo pienso en fotos, debe ser una locura profesional, pero tengo un encuadre en la cabeza y voy viendo eso, cuadraditos; no siempre sale, pero lo intento. Muchas veces sí pido una participación especial. Por ejemplo, a esta señora de Ernestina porque cuando me abrió la iglesia y apareció ante mí un templo antiguo, con un haz de luz entrando por unos vitraux, con partículas de tierra, necesitaba que entrara en la foto. Después la imagen la termino de cerrar en la computadora. Más aún, la saco previendo los lugares para cortar. Todo eso transcurre en una fracción de segundo, pero la cabeza ya está acostumbrada y lo hace de manera automática. 

¿Cuál es el límite para retocar una foto?
El buen gusto. Yo soy de retocar poco la foto en el sentido de modificarla. Soy de retocar encuadre, brillos, contrastes; mejorar la estética. 

Y como decimos a nuestros entrevistados, no hacés Photoshop.
El resultado del laburo de la liebre, el de las fotografías a los entrevistados, tiene mucho que ver con la inmediatez con que se trabaja, que no es la inmediatez con que se labura en gráfica. En gráfica el fotógrafo hace posar dos millones de veces al entrevistado. Ni hablar las que son en estudio, donde muchas veces es más de un fotógrafo el que saca. En nuestro caso también hay que tener en cuenta que el mismo entrevistado no está acostumbrado a situaciones de fotografía semejantes. Y también a que repetir fotos requiere de combinar segundos horarios, adaptar tiempos y situaciones de varias personas. Lo que valoro de este trabajo, humildemente lo digo, es poder tomar fotos en lugares que muchas veces no son adecuados por la falta de luz, muchas veces las personas hablan permanentemente y a eso se suma la falta de costumbre por encontrarse en esa situación, los nervios tampoco ayudan. Si bien a veces no me gustaron las fotos, son muchas más la que sí. Pero nunca dejé de valorar el poder tomar las fotos pese a esas dificultades. Laburar en vivo, sin hacerlo posar para no incomodar, consiguiendo en ese corto tiempo un retrato para tapa, no es muy fácil. 

¿Cual fue tu idea en el espacio de Fotografía de la liebre?
Mostrar, mínimamente (por la cantidad de caracteres que podía utilizar), algunos grandes autores. A partir de esos 4 mil caracteres el que está interesado puede seguir investigando. Hoy, aun el que no tiene Internet, yendo a un locutorio por cinco pesos, accede a mucha información. 

Sabemos que tu foto preferida es una de las que tomanste en el antiguo Instituto Herminia Brumana. Contanos qué te hace verla especial.
Es cierto, la foto en particular que me mueve más sentimientos es la que está en la home de mi pagina (y reproducida en esta nota) Yo la interpreto de varias maneras. Esa foto tiene muy poca edición, sacando por ahí los colores y la exposición. Fue una toma completamente directa. El cuadro estaba torcido cuando llegué y lo habrá seguido estando hasta que lo descolgaron. El lugar donde está sacada es una habitación de los chicos, con camitas marineras. Mi mirada cuando entré, fue directamente al cuadro, parece una pintura impresionista, en cuanto a la técnica y los colores. Mi sensación es que ese cuadro, en ese lugar, era una ventana a otro mundo, una ventana a la esperanza. En ese lugar, lleno de historias complicadas, tristes, ese cuadro más que una pintura era una ventana. Me parecía muy rescatable que en ese cuarto, al lado de una camita pobre, con un cubrecama modesto, con paredes húmedas y mal pintadas; estuviera ese cuadro. Me hizo pensar que el chico cuando se acostaba tenía la oportunidad de ver otra cosa, de imaginar otra cosa, de soñar que más allá de ese Instituto con paredes húmedas otro mundo es posible. Es una de las fotos que más quiero. 

¿Te quedaste con ganas de fotografiar algún lugar que ya no está?
Sí, aunque más que lugares, a gente. En los últimos 4 o 5 años me estoy animando más. No he sacado muchas fotos en las que participa la gente en forma activa, ahora lo hago y me apasiona. 

¿Cuando decís gente te referís a personas públicas?
Personajes de pueblo. Personajes entre comillas. Yo hice una serie de fotos a Fafo, un hombre que frecuentaba el bar Mami, que murió este año. Repasaba esas fotos mientras decidía que poner en una muestra colectiva de Encuentro por las Artes en el Pompeo. Cuando lo nombro como personaje lo hago en alusión a su carácter de conocido por todos, como Bartolo por ejemplo. 

Fuente: La Liebre de Chivilcoy

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