Escrito en Chile - MAYO 2004
Cada viaje me enriquece, cada viaje me aproxima a mi otro yo, el que perdí por alguna razón valedera y estoy volviendo a encontrar por alguna otra razón valedera.
En este viaje en el que me manejé como si todos los días fuera a Santiago, tuvo muchísimo de aventura y de no planificación, andaba dando vueltas sin rumbos preestablecidos, alguien me decía: porqué no vas a la playa de
Yo sentí que casi rozaba a la chica de 23 años que con valija en mano y sin reserva alguna apareció en Río de Janeiro en pleno apogeo del dólar barato, yo sentí que me parecía a ella, o que me faltaba poco para alcanzarla, la vengo persiguiendo desde hace muchos años, porque la extraño y si bien se que no podré volver a ser físicamente como ella, quiero poseer su espíritu, creo que en esta carrera que la vida me obligó a correr estoy por alcanzarme.
En Santiago hice un breve recorrido por el Parque Santa Lucía y ahí percibí la única foto que para mi sería maravillosa, o como decía uno de mis profe: “la viste”. Después despedí a mi amiga Elsa, a quien no sabe cuánta falta me hará, fue mi muleta durante casi cuatro años y ahora se fue en busca de su felicidad y yo debo aprender a caminar sola. Me alegro por ella, yo aprenderé-
Yo se que cuando hablo de fotos me vuelvo vehemente, sí, porque la fotografía es como el sexo, primero despierta como una angustia, el deseo de estar cerca de esa persona y nos vamos aproximando y se agiganta la necesidad de poseerlo- en mi caso , la toma-, de capturarlo, de detener el tiempo y quedarse en ese goce infinito. A mi cuando “veo la foto”, que yo se de ante mano que me gustará mucho, se me cierra la mente, pierdo la noción del tiempo y del peligro, de los límites, igual que cuando uno se entrega enteramente a otro, el cerebro estalla, la vista se nubla, el otro y yo somos uno, el paisaje y yo somos uno, la cámara y yo somos una, nos fundimos en uno solo, hombre-mujer o cámara, paisaje y yo.
Kippke Stella Maris