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Escrito en Chile

Publicado: 20-11-2008
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Por: Stella Maris Kippke

Sierra de Los Padres Argentina
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Escrito en Chile  - MAYO 2004

Cada viaje me enriquece, cada viaje me aproxima a mi otro yo, el que perdí por alguna razón valedera y estoy volviendo a encontrar por alguna otra razón valedera.

En este viaje en el que me manejé como si todos los días fuera a Santiago, tuvo muchísimo de aventura y de no planificación, andaba dando vueltas sin rumbos preestablecidos, alguien me decía: porqué no vas a la playa de La Cachagua?, y yo preguntaba: ¿qué colectivo hay que tomar? Y ahí salía, caminaba km. por los acantilados sin importarme nada, ni horarios, ni si había salida o tendría que recorrer todo de nuevo hacia atrás, sentía una casi absoluta libertad, nada más, no había ningún otro sentimiento interrumpiendo, no había viejas tristezas filtrándose, ni preocupaciones sobre el futuro, ni broncas, ni grandes pérdidas, ni grandes frustraciones, ni pequeños éxitos, no había nada más que un aire puro de libertad que llenaba mis pulmones y mis ojos.

Yo sentí que casi rozaba a la chica de 23 años que con valija en mano y sin reserva alguna apareció en Río de Janeiro en pleno apogeo del dólar barato, yo sentí que me parecía a ella, o que me faltaba poco para alcanzarla, la vengo persiguiendo desde hace muchos años, porque la extraño y si bien se que no podré volver a ser físicamente como ella, quiero poseer su espíritu, creo que en esta carrera que la vida me obligó a correr estoy por alcanzarme.

En Santiago hice un breve recorrido por el Parque Santa Lucía y ahí percibí la única foto que para mi sería maravillosa, o como decía uno de mis profe: “la viste”. Después despedí a mi amiga Elsa, a quien no sabe cuánta falta me hará, fue mi muleta durante casi cuatro años y ahora se fue en busca de su felicidad y yo debo aprender a caminar sola. Me alegro por ella, yo aprenderé-

 

Yo se que cuando hablo de fotos me vuelvo vehemente, sí, porque la fotografía es como el sexo, primero despierta como una angustia, el deseo de estar cerca de esa persona y nos vamos aproximando y se agiganta la necesidad de poseerlo- en mi caso , la toma-, de capturarlo, de detener el tiempo y quedarse en ese goce infinito. A mi cuando “veo la foto”, que yo se de ante mano que me gustará mucho, se me cierra la mente, pierdo la noción del tiempo y del peligro, de los límites, igual que cuando uno se entrega enteramente a otro, el cerebro estalla, la vista se nubla, el otro y yo somos uno, el paisaje y yo somos uno, la cámara y yo somos una, nos fundimos en uno solo, hombre-mujer o cámara, paisaje y yo.

Kippke Stella Maris

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