Capturar el instante preciso del encuentro entre Irupé y Mafalda con el disco volador es el mayor desafío a mi capacidad como fotógrafa.
Fotografiar perros jugando con el frisbee cuando al lanzamiento lo realiza otra persona requiere habilidad, hacerlo cuando el lanzador es el propio fotógrafo, exige habilidad extrema. Lograr la fotografía precisa implica ejercer dos roles diferentes en un lapso ínfimo de tiempo: lanzar el frisbee y, segundos después, obturar la cámara. Es un ejercicio de coordinación perfecta.
Todo está en movimiento. Iru, Mafi, el disco volador ... y la iluminación ya que, al ser luz natural, puede variar. Controlar todos los elementos de la composición es una tarea que requiere conocimiento –de la conducta canina, del desplazamiento del frisbee y, obviamente, de la técnica fotográfica-, rapidez para actuar –lanzar el disco y obturar la cámara- y, esencialmente, pasión por el tema.
Con práctica y pasión elaboro estas fotografías. Cada imagen sintetiza las emociones de quienes participamos. Las de mis dos animales familiares caninos al capturar el frisbee y la mía al capturar ese momento.
Pasión. Placer. Y amor, mucho amor por lo que hacemos. Esa es la clave.