El Grafitti
Un dibujo de cuatro líneas, dos verticales y dos horizontales. La perspectiva plana de una ventana abierta, despliega sus hojas hacia fuera. A lo lejos, una neblina espesa, como ocultando un tiempo futuro. Es el mensaje claro de una despedida. Entonces comprendo que por ahí se ha escapado el ansia aprisionada. El detalle de una libertad negada, resplandece sobre la rusticidad de una pared, en la calle solitaria.
¿Cuándo comencé a ser tu carcelero? ¿Quizás cuando mi mano encerró la tuya, arrastrando tus pocos años?
Abril empezaba a mostrar el aburrimiento de sus días, cuando descubrí tu rostro sin sonrisa, con la huella del hambre, empalideciendo tus mejillas. El viento desparramaba por el aire, las hojas secas de los resignados árboles, como golondrinas rezagadas. ¿Te ofrecí amparo o fue un desesperado intento mío por rescatar los jirones de mi vida que llegó a destiempo a cada cita con el destino?
Te quedaste y los días ablandaron la bisagra de la puerta de mi corazón. Tus pasos pequeños avanzaron suaves, pisoteando un tapiz de penas.
Con fuerzas renovadas retomé los pinceles que en algún momento habían apagado su desborde y postergado la expresión. Nuevos cielos tachonaron mis mundos. Otra dirección acomodó su sendero delante de mis ojos. Tal vez equivocado y en nombre del amor te arrastré a mi rumbo.
Un día comenzaste a hablar el lenguaje de las formas y los colores y adiviné tu sed. Pero nunca quise apagarla con la frescura de mis renovados bríos. Porque vos fuiste brisa constante en el mar donde navegaban mis velas cansadas.
Tus alas crecieron sin que yo me diera cuenta, compartiendo un tiempo, que ya era tuyo, solo tuyo.
El adios de tus trece años, continúa en la pared de enfrente. Vós te vas y yo me quedo, como las gotas de agua, sobrante de la lluvia.
Teresa Ternavasio
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