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e andado por muchos lugares del país, conocí el Chaco y trabajé en sus resecos campos y me cubrí de esa tierra tan fina que penetra por todas partes, soporte sus calores y gocé con el empuje de su gente, siempre extrañaba lo mío.
También anduve por Entre Ríos, trabajé sus campos fértiles y aprendí a pescar con sus habitantes, conocí el verde intenso de los bosques y sufrí como ellos las inundaciones, lo siento, pero no era para mí.
La pampa húmeda no podía faltar en mi deambular, trabajé en los campos sembrando, arreando animales o reparando cercas. Anduve por las grandes ciudades y no faltaron las fábricas de los grandes monstruos de cemento que miran nada más que el mar y a lo lejos, la otra costa, me dolía, yo sentía otra cosa.-
Me fui a conocer, vivir y disfrutar la nieve, Neuquén, Río Negro y Chubut, me vieron con las inmensas montañas y los parques nacionales, el volcán Lanín me vio a sus pies, me permitió trabajar con la piedra y con la madera y sus lagos me dejaron aplicar lo aprendido en Entre Ríos pescando hermosas truchas, sufriendo con los operarios de las petroleras, sufriendo frío y pasando hambre, igual que mi gente en otras épocas, en las que yo estaba con ellos.
El hambre me obligo a mirar a Buenos Aires y allí las fábricas me tuvieron como obrero, aprendí nuevos oficios, textiles, metalúrgicos y de albañilería, me sentí crecer entre sus gentes, italianos, españoles y de que sé yo de que parte del mundo, seguro que había de todas partes, todo en esta ciudad es muy grande, como mi añoranza, como el recuerdo de mi tierra.
Esta inmensa ciudad me acercó la mujer soñada, esa mujer de la que uno se enamora y que quiere tener para siempre a su lado, con ella me que case y me acompañó por el resto de mis andanzas.
Los trabajos no fueron muy estables a veces, otras creímos que se había alcanzado el cielo con las manos, sobre todo cuando vinieron los hijos. Todo fue felicidad con ellos, pero no dejé nunca de extrañar se me hizo muy difícil convivir con esta piedra, con el cemento, con las formas exactas y rígidas de estas piedras, extrañaba las mías, mas que nunca las extrañaba.-
El tiempo fue pasando y pude volver a convivir con mi gente, a ver las montañas rojizas de mi tierra, a gustar el olor picante de los salitrales y sentir el viento cruel que pega en la cara y a veces duele; mas duele no sentirlo, no verlo, no vivirlo, no sentir el habla de mi gente, no ver sus caras o no oír sus tonadas. El poder recorrer la aridez de San Antonio de los Cobres, el pasar por Cachi y los salitrales de Santa Rosa de Pastos Grandes me dan felicidad, lo reconozco, esta es mi tierra, esta es mi gente.-
La muerte me sorprendió ya de vuelta, cundo comenzaba a disfrutarla nuevamente, se que dejé la semilla para que la sigan queriendo como yo, como mi esposa, que a mi lado la amó, y mis hijos, que de esa tierra están mamando y sintiendo lo que yo siempre sentí.-
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