No lo sé
Hace catorce años que pasa los veranos, con su familia, en la casa del bosque. El lugar les pertenece y el hecho de que el sitio sea reflejo fiel de las cosas naturales, lo convierte en el ideal de los sueños de cualquier chico. Todos los personajes de las fantasías encajan allí. Él es el héroe de las aventuras, el amigo de las ardillas, los pájaros, los sapos, las mariposas y todo bicho que quepa en el habitáculo. Conoce cada piedra de los supuestos abismos. Cada rama de cualquier fronda. Es el dueño. Todo le concierne por derecho ganado.
Despierta malhumorado, no ha tenido una noche tranquila. Ruidos extraños. El ladrido nervioso de los perros, el chirrido agudo de alguna lechuza. Hasta el viento conspiró, agitando la vegetación. El otoño está próximo y por ende el regreso a la ciudad. Sus padres –ambos abogados- retomarán sus obligaciones, solo los abuelos seguirán en la casa. Él volverá al colegio.
Por tres noches consecutivas lo altera el mismo desorden. Está decidido. Cuando el silencio denuncie que todos los habitantes están entregados al descanso, saldrá a investigar porque esto no es normal, algo pasa.
En la oscuridad los desniveles del terreno no son un problema. Allí no hay nada que le resulte extraño. Después de andar una hora aproximadamente, ya está en el bosque. Apunta con la linterna todos los recovecos, pero de no ser el desliz apresurado de uno u otro animal, todo está en orden.
De pronto unos reflejos naranjas se confunden con los amarillentos de su aparato. Lo apaga. Ahora sus ojos vislumbran con mayor claridad ¡Es una fogata! La sorpresa lo detiene. ¡Caramba!, hay gente en derredor, parecen mujeres, mejor se va. Entonces emprende el regreso con pasos presurosos.
No hará ningún comentario a la familia acerca de lo que ha visto. Seguramente no le creerán. Además tiene edad suficiente para resolver solo lo que se presente. Piensa volver pero llega la noche y no lo hace. No es por miedo sino que las cosas deben ser bien pensadas antes de ejecutarlas. Irá e increpará a los usurpadores. No tienen derecho.
Se arrima despacio. Observa. Son cinco mujeres viejas, vestidas de manera extraña, rodeando a un individuo que parece dirigirlas. Tiene el pelo largo. Es alto y muy delgado, con acentuada curvatura en la espalda. Lo cubre una bata arremangada con un cinto de metal. De su cuello pende un medallón. Un humo espeso sale de una olla colocada sobre los leños que arden rojizos, pasando por el azul y el naranja. El contenido huele mal, según su olfato. Es una mezcla de elementos putrefactos y azufre. Le descompone el estómago y vomita, tosiendo con fuerza. Esto hace que lo descubran.
Es el hombre quien viene hacia él. Se paraliza y ya no puede razonar.
Atontado, abre los ojos.
Con un esfuerzo se recompone.
---¿Qué hacías?
---Nada
---Espiabas
---No. Escuché ruido y vine a ver de qué se trataba. ---Una de las mujeres le toma la mano. Está helada
---Son muertos ---piensa.
---¿Qué haremos con él ---con voz pastosa, pregunta la que viste de negro.
---Ya lo sabes ---contesta el individuo
---¿Reemplazará las gallinas?
---Si. No puede esperar, por tratarse de un mortal.
Un cortejo aparece de inmediato entre la vegetación. Camina lento.
La cabeza gacha hundida entre hombros huesudos. El pelo ralo en la frente, como maleza salvaje cayendo sobre la espalda. Visten túnicas manchadas de barro. Parecen cadáveres salidos de tumbas en el suelo. Forman una medialuna tal si fueran un jurado. El hombre asiente con la cabeza y allí se quedan.
No entiende nada. Alguna vez tuvo miedo, pero nunca terror. Ahora sabe que es un estado que anula el cerebro. No puede pensar, moverse, ni siquiera hablar. Es menos que un objeto.
Al cabo, con una lengua de dos puntas, entre las que se escapa una baba viscosa, el individuo pregunta:
---¿Sabes quien soy?
---No
---El demonio, el diablo, Satanás, llámame como quieras, pero siempre, el rey de los infiernos.
Quiere morirse.
---Venimos de un sub mundo ---prosigue--- a efectuar ceremonias de hechicerías. Nada te hubiera ocurrido si no nos hubieras interrumpido, pero eso es muy grave. Te involucra y ahora debes entregar la vida para adherirte a nosotros y ser parte de nuestro grupo.
---¡Nooo…Dios. ---grita al tiempo que eleva la mirada.
Fue suficiente.
Se desata una tormenta atroz. Los cielos en un segundo son una mezcla de fuego y agua. El viento expande furia hacia los cuatro puntos cardinales.
Todos los árboles bailan la misma danza. Un relámpago ilumina la espesura del bosque y después nada más.
Tendido en el pasto, la luz del sol del día siguiente, le pega de lleno en la cara. ¿Qué ha pasado?
No lo sabe.
Teresa Ternavasio
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