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Tagedia

Publicado: 06-08-2013
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Por: Teresa Ternavasio

Córdoba - Republica Argentina
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Tragedia

 

          Siesta de los viernes. En la laguna de los patos, tarde de recreo para los chicos del barrio, ausentes en la escuela. La ropa a un costado del agua,  disfrutan en chapuzones, en ese paraíso, creado por ellos. Tan pronto llegan, se desvisten, pero nadie se percata de la desnudes  del otro. Salvo aquel día en que alguien gritó: Tobías tiene un racimo en el trasero.

Sí, se trataba de una mancha oscura, seguramente de nacimiento, que a Tobías no le preocupaba. Las carcajadas del grupo, fueron el eco que acompañaría sus recuerdos.

 

          El repetido sonido de los hierros de la rueda, dando en cada giro contra las vías, lo adormecían.

La distancia, eran diez estaciones, para llegar a la casa de aquella mujer que lo había apasionado. Será tu desgracia predijo doña Marta, vecina de la zona,  a la que llamaban el oráculo viviente, por sus videncias.  Aléjate de ella, fue su consejo.

No creía en clarividentes ni agoreros. Si en cambio,  en el sentimiento que había despertado en él. Corrió  el vidrio de la ventanilla y el aire fresco le dio de lleno en la cara, despeinando su cabello lacio.        

En su cabeza, volvió a verla como aquella vez, cuando  recién empezaba el día y el sol que se filtraba entre los edificios, le desperezaba  el rostro cansado.

     ---¿Vas a trabajar?   ---acertó preguntarle

     ---No, vengo.   ---le contestó con desgano.

     ---¿Trabajás de noche?

     ---Si.

     ---¿Qué hacés?

     ---Y a vós ¿qué te parece?  ---Lanzó con  ironía.

     ---¿Desayunamos juntos?

     ---Mirá pibe, estoy cansada y lo único que quiero es ir a dormir. No tengo tiempo             para jugar.

     ---Me parece que no entendiste. Yo lo único que quiero es conversar con     vós…porque sós bonita y me gustás.

     ---Porque puedo ser tu madre, te olvidaste de  agregar.

     ---Pero no lo sós.

           Entre frases amables y de las otras, se encontró transitando el mismo recorrido hasta llegar a una vivienda humilde, en un barrio alejado de la capital.

          Salió de la cárcel, no hacía demasiado tiempo. Pagó con encierro un delito que, según ella, no cometió.

     ---Lo que más me duele  ---dijo al cabo de hablar largo rato sobre la historia---  es haber perdido la familia.

     ---¿Qué pasó? 

     ---Y…veinte años es mucho tiempo. La cárcel no es solo un lugar físico.  Allí se te desvanece el alma. Te roban el tiempo. Los sueños se evaporan como gas que se enfría y se pierde en la nada.  Aunque el reloj corre, la vida se detiene para los presos,  La cárcel te vuelve invisible para la sociedad, para tu gente y un día, no vuelven más.

Hizo un paréntesis angustiada, pero no lloró. Luego se recompuso y dijo:

     ---Y a vós ¿que te dio por venir detrás de mí? Una mujer de cuarenta y cinco es demasiado para un pibe que solo tiene  veinte y pico.

     ---Si te molesto, me voy.

     ---No, no. Voy a preparar café con leche…¿te gusta?

Le sonrió y nada más.

 

          Estar cerca de ella, se volvió una necesidad. Sus gestos, sus palabras, lo transportaban. Había encontrado en una, todas las mujeres soñadas.

Con frecuencia iba a su encuentro. Visitarla  se hizo una costumbre.

Tobías no era el mismo. Hacía planes. Trataba de sacar de él lo más productivo en el plano laboral e intelectual. Se había convertido en un hombre.

Por eso, un día en que el sol se hacía notar más que nunca como el astro rey,  mirándola, la tomó con suavidad de los hombros y le dijo:

     ---te amo.

Ella se quedó como si no lo esperara.    

     ---No.

     ---Si, te amo. ---y la besó.

Pensó en la atracción que ejercen entre sí los cuerpos celestes.  Comprendió la perfección del universo y  se sintió identificado, como creación de Dios.

Esa noche se quedó a dormir en su cama.  Juntos por primera vez. Respirando al unísono. Sin diferencias de tiempos.  Cabalgando las mismas nubes. Compartiendo la piel.

          Al día siguiente, ella despertó primero. Lo miró con amor.  Calzó una bata y se dirigió hacia la cocina, sin hacer ruido, para no despertarlo.

          Fue de regreso que no pudo creer lo que vio. Lo encontró desnudo, el cuerpo relajado,  boca abajo, abrazando la almohada. Una mancha oscura en su nalga derecha, con forma de racimo, la llenó de horror.

Levantó sus dos manos, desesperada,  tapando el rostro, al tiempo que llorando decía: ¡Tobías!.  ¡ Mi Tobías!   ¿Por qué tenía que hallarlo  de este modo?

 

Teresa Ternavasio 

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siendo su autor el único responsable de la misma.
  

Comentarios (4)

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Maria Isabel Hempe
ResponderMaria Isabel Hempe23/08/13  17:00:54
Me gustó mucho este cuento Teresa, un final tremendo...! Felicitaciones amiga!! Besos!!
Sol Suave Maria Isabel Hempe
 
Teresa Ternavasio
Teresa Ternavasio23/08/13  19:36:23
¡¡¡Muchísimas gracias María Isabel por favorecerme con tu lectura y comentario!!!....realmente me pone muy feliz. Te cuento que a fin de año voy a participar de una antología que edita la profesora de narrativa...en fin que todo sirve para progresar en el camino de las letras. un gran abrazo.
Sol Suave Teresa Ternavasio
 
 
 
Beatriz Di Marzio
ResponderBeatriz Di Marzio15/08/13  16:46:58
me encanto tu relato breve pero claro.pocas palabras,gran sintesis.cariños.
Sol Suave Beatriz Di Marzio
 
Teresa Ternavasio
Teresa Ternavasio15/08/13  17:09:40
Muchisimas gracias Beatriz por leer siempre mis cuentos y comentarlos - me dás una gran alegría - te mando un gran abrazo.
Sol Suave Teresa Ternavasio
 
 
 
Teresa Ternavasio
ResponderTeresa Ternavasio09/08/13  01:01:12
¡¡Qué alegría Miguelito que te hayas hecho tiempo para leer y comentar...para mí es tan importante. Agradezco tus palabras y te mando un gran abrazo.
Sol Suave Teresa Ternavasio
 
 
Miguel Fernandez Medina ( Elfs )
ResponderMiguel Fernandez Medina ( Elfs )09/08/13  00:55:31
Muy buena historia Terecita,me atrapo tenes muy buena redacción,y simplificas en palabras toda la historia,estoy re sorprendido muy gratamente,abracitos con besito incluido,elfs
Sol Suave Miguel Fernandez Medina ( Elfs )
 
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