Mujeres almodovarianas retorciéndose en sueños y latidos rotos.
Cuerpo de mil caricias, niños prodigio, símbolos, signos y caracolas sordas que rescatan vidas náufragas.
Lentejuelas, luciérnagas; putas redimidas y damas de París.
Horas que por fin llegan, tacones, corralas; pasiones en escaleras sin dueño.
El prisma se mueve y reinan cielos e infiernos.
Silbatos de estación, maletas caprichosas; hierros hermanos y sus ojos, los más celestes.
Espinas y tranvías que descarrilan al amanecer, relojes, adoquines y recetas milenarias.
Penden del hilo campanillas resucitadas y bostezos de trenes, junto a corazones felices o acostumbrados.
Planetas con desencanto que persiguen historias a medio contar; bocas que gritan y olas que enmudecen en el óxido pasado.
Espejos que se parten una y mil veces por contornos de ciudades imposibles; retinas ejercitadas y manos que se agitan en el mudo llanto de las despedidas.
Caleidoscopios, una serie donde merodear por entrañas de polifacéticos submundos y descubrir historias infinitas.
Indiana Forti