Colonia Hansen, un pueblo que no pudo ser
Por Hugo Elder Barbero
De Firmat, Santa Fe
Colonia Hansen, distrito los Quirquinchos, departamento Caseros, provincia de Santa Fe. Retazo de pampa que quiso ser pueblo y no pudo. Un sueño lejano que no pudo ser.
Mi colonia: apenas dos cruces de calles, con huellas de heridas y distancias. Volví al lugar después de mucho tiempo. Tenía necesidad de caminar y estar allí. Mi casa hoy está abandonada. Recorrí los lugares de antes, pero todo está distinto; aunque están la escuela y la capilla. Emir Menza, testigo de un tiempo que pasó.
Así fue como en mi mente desfilaron el almacén de Moni -después de Luciani-, el bar de Pagella, la carnicería de Cristante, el correo de Santiago Ulla y el destacamento policial. Sonaba en mis oídos el afilado de rejas de la herrería de Menza. También me acordé del tío Vila que nos regalaba caramelos. Hasta pude ver con mis pensamientos al nono Cacciagiu corriendo las vacas y las grandes jugadas de bochas, donde mi padre siempre participaba. Los domingos futboleros. Y qué decir de los bailes que eran muy exitosos, donde venían de todas las localidades vecinas a divertirse.
Cómo quisiera detenerme en ese tiempo, cuando casi noventa niños concurríamos a la escuela. Entre ellos, mis tres hermanos y yo. El empeño de mi madre para que nunca faltara a la escuela.
El recuerdo de mi primera maestra, la señora Elda de Hidalgo, también de María del Carmen Moni y Héctor Reixach. Tampoco olvido sus porteras: Elda Mensa y Aurora de Menza. Y cómo no acordarme de mi abuelo Miguel Rubiolo, muchos años presidente de la cooperadora, y de don Daniel Cerdán, que venía todos los días en sulky. Toda una vida vinculada a la escuela. Recuerdo otros cooperadores: Carlos Musso y Lázaro Fogante, junto con muchos más que trabajaban incansablemente.
Mi escuela. En todas las fiestas patrias yo decía una poesía. Mi escuela, la 466, tan humilde y tan sencilla que hoy te veo y me dan ganas de llorar.
Porque tú templaste mi alma y sembraste la semilla que guió mi destino cuando supo germinar. Mi pueblo. Un sueño lejano que quiso ser y no pudo. Mi pueblo. Apenas dos cruces de calles, con huellas de heridas y distancias. Con recuerdo de la vida que pasa y el bostezo de mil tardes. Con el rumor ya perdido de carretas y sulky. De surco y caballo. De antes, de ahora y de siempre. De un pueblo que se fue apagando tras de un montón de horas y días, en la ilusión de algo que late perdido en el último rayo de sol que suspira. En la huella de una tarde cualquiera y en el sueño lejano. Perdido. Del poema que quiso y no pudo ser pueblo.