Responder11/06/14 23:41:39
Una semana antes de su inauguración en La Boca, la muestra del escultor australiano Ron Mueck ya se había convertido en blockbuster: la página web de la Fundación Proa registraba un incremento del 640 por ciento de visitas. En la semana que lleva abierta, sucedió lo previsible: sus inquietantes creaciones desbordaron las salas de la Fundación Proa y convirtieron el estreno en uno de los más convocantes en sus 15 años de historia. / / Está claro el interés que despierta ese desconcertante juego de escalas, verosimilitudes e introspecciones en la producción de Mueck, que por primera vez se ve en Buenos Aires. Las nueve obras -de una producción total de 40- llegaron directamente de la parisina Fundación Cartier, donde un récord de 300.000 personas visitaron la muestra. La platea porteña no lo pasó por alto: la fila de gente en la Vuelta de Rocha habla de la fascinación y el asombro frente a esa plasticidad perfecta. / En silencio, Mueck pasó por Buenos Aires para montar su muestra. En los dos días que demandó su faena, se recluyó en las salas, trabajó con el ritmo lento y meticuloso que lo caracteriza, y cuando concluyó la disposición de sus ocho esculturas, y de su única instalación, se fue como vino: con humildad, con discreción, sin alardes ni ego de artista. Ex titiritero, trabajó en animaciones, en cine y publicidad... / Por medio de resina, fibra de vidrio, silicona y pintura acrílica, este australiano autodidacta y perfeccionista, hijo de padres alemanes jugueteros, expone en Proa las vulnerabilidades del alma humana... Aunque todas, sin excepción, borrarán el límite entre realidad y representación. Para que quede claro: las esculturas de Mueck podrían pasar por seres humanos inmovilizados, petrificados. Sólo la escala que utiliza dibuja la frontera de la ficción. / Sus personajes son en su mayoría seres solitarios, ensimismados, y parejas unidas por vínculos inescrutables. Y a casi todos -salvo en la naturaleza muerta- lo único que les falta es moverse o hablar.
José Luis Mansur