Preseleccionada por FR (Clasificación del autor) Tema: Retrato - Enviada el 16/03/13 a las 00:27:47 - Obra N° SFOT130316002747
"Para algunos viajes no hay despedida suficiente..."
A mi abuelo le diagnosticaron cáncer a principios del 2011.
Yo lo temía desde antes, lo sospeché con pena al observarlo en la reunión familiar de Navidad, en la cual, sabiendo de su continuo malestar, vi el color amarillo grisáceo que había tomado su piel.
En el corto tiempo que vivió luego del diagnóstico, acudía con frecuencia al hospital para que le aplicaran cuidados paliativos y se sintiera un poco mejor.
En febrero lo acompañé en una de esas visitas, en la cual los médicos decidieron que iban a internarlo por un par de días. Yo me despedí de él ya que al otro día me iba de viaje a Córdoba, pensando que cuando yo volviera, él iba a estar de nuevo en su casa.
A los tres días de estar vacacionando, llamé a mi mamá para preguntarle por él y me dijo que estaba mal y que era su deseo despedirse de todos.
Cambié los pasajes de vuelta para esa misma noche. Todavía recuerdo la sensación horrible durante todo el viaje de prometerme a mi misma que no iba a llorar delante de él y de preguntarme como se despedía uno de alguien a que sabía no iba a volver a ver...
Cuando llegué a Buenos Aires tomé un taxi de Retiro a Pompeya, con mis pertenencias a cuestas.
Al entrar a la habitación, lo primero que hice al verlo es romper mi propia promesa, luego, mi abuelo, que con más sabiduría y menos tiempo no tenía tantas dudas sobre que decir, abrió el fuego con un “te quiero mucho”...
Nos dijimos algunas palabras más, algunas que quiso decirme se perdieron para siempre, por el ruido que, inoportuno, entraba por la ventana.
Luego me quedé a su lado, observando con cuanta valentía enfrentaba sus últimos momentos en esta vida. Para todos los que fueron a verlo tenía una palabra de consuelo, algún mensaje, algún consejo, y cuando no había nadie simplemente se quedaba mirando el techo o por la ventana, esperando...
Yo tenía la reflex en el bolso, pero no quería molestarlo ni romper esa atmósfera sagrada, pero al verlo iluminado por ese ventanal, en esa sumisa entrega, no podía no conservar la magia que esa imagen me transmitía y le tome esta foto con el celular.
Mi abuelo falleció al otro día a la noche. Se fue durmiendo, con esa serenidad que enfrentó su destino desde el primer momento. Vivió una vida feliz. Y más allá de la tristeza de su muerte y de extrañarlo tanto, se me llena el pecho de orgullo cada vez que lo veo, en esta foto y en mis recuerdos, tan indefenso ante lo inevitable pero poniéndole el pecho con tanta grandeza...