Mientras la luna se teñía de rojo, una magia ancestral descendió sobre el lugar. Los animales callaron y el viento susurraba en susurros inaudibles. Fue entonces cuando las almas de los antepasados se hicieron presentes, danzando en la penumbra. Fue un encuentro efímero pero lleno de significado, recordándoles a todos la fuerza de su legado y la importancia de honrar su memoria. Cuando el eclipse llegó a su fin, la luna volvió a su blanco resplandor y el pueblo quedó sumido en un profundo silencio. Sabían que habían sido testigos de algo extraordinario, un enlace entre el pasado y el presente que nunca olvidarían.
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