Lázaro David Najarro Pujol

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Camagüey, su patrimonio y la artista I

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Enviada el 28/04/21 a las 00:29:05 - Obra N° SSER210428002905 

"Camagüey, su patrimonio y la artista I"

 
Lázaro David Najarro Pujol
 Ana Elia Gutiérrez Fernández (1952) es una mujer enamorada de su ciudad y sus habitantes; amor que refleja en cada obra que modela con sus hábiles manos de artesana-artista.
Su formación como arquitecta (1983), influye en el discurso visual de sus piezas de cerámica para recrear edificaciones coloniales con sus patios interiores y añejas iglesias centenarias, al igual que resaltar los ladrillos, el arco, las inmensas puertas, los errajes y las rojizas tejas de los techos de una de las villas más antiguas de las existentes en América.
La casa de Ana Elia es, además de hogar, una galería de arte en la que se atesoran obras realizadas por ella, de artistas camagüeyanos y de creadores de otras naciones del mundo.
Es conocida en la suave comarca de pastores y sombreros, a decir de Camagüey, el Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén, por sus disimiles series de cerámicas que se exhiben en distintos espacios de la urbe, en las que están presente lo utilitario y lo artístico.
El crítico de arte, Pavel Alejandro Barrios, consideró que cada obra de la arista «es un llamado de atención o llamado a escuchar la cuidad patrimonial que nos condiciona y vivifica día tras día».
Es una mujer muy conversadora, que persuade con el ejemplo a favor del mejoramiento humano, cualidad que quizás tuvo mucho que ver para que en dos mandatos haya sido elegida presidenta de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas en la provincia de Camagüey, (1990-1995 y 2016 hasta la fecha), organización de la que es fundadora al ingresar en 1989.
Reveló que desde su comienzo como artesana y arquitecta representó en su quehacer profesional y artístico la «ciudad que tanto amo». Se trata de reproducción de casas coloniales. Constituyen jardineras porque la vegetación se observa en la Ciudad de los Tinajones por encima de los techos de las viviendas que crecen en los patios interiores.
Son bellas piezas en las que el verdor converge con los rojizos colores de la actual arquitectura eclética de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, fundada el 2 de febrero de 1514.
Entre sus obras más veneradas están las reproducciones de la Casa Natal del Mayor General Ignacio Agramonte, el patio interior del restaurante El Ovejito e importantes iglesias, plazas y parques emblemáticos de la comarca, declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Mucho encanto tuvo su colección La Ciudad de mis manos…, (10 de abril de 2014), de la que la curadora, Yazmin Rodríguez Castañeda, dijo que «las piezas moderadas en barro se consiguen por el cuidado de los detalles, tanto de las texturas como en los tonos y patinas, tomando en cuenta el cariz colonial de las formas compositivas de cada escena o conjunto representado».
Opinó que «la que artesanía realiza su reverencia e invita a disfrutar de una cuidad en su medio milenio de existencia a través de una perspectiva diferente y única, sin restringir ni diseñar, por su puesto, la visión de cuanto han sucumbido a esta desafiante y cautivadora conformación urbana».
A través del tiempo, la obra de Ana Elia fue variando y, además de representar el patrimonio arquitectónico de El Camagüey, también moldeó imágenes de mujeres de la etapa colonial con sus bellos vestidos y peinados que se corresponden con la otrora urbe.
Con la colaboración del ceramista Enrique Cerulia, Ana Elia Gutiérrez Fernández realizó la serie titulada Principeña, en la Galería de la Fundación Caguayo, una ambientación de las costumbres de la villa, en la que las muchachas paseaban por sus parques, plazas y plazuelas.
Ella se enorgullece al saber que colecciones completas de sus cerámicas embellecen patios y salas de hogares de familiares, amigos y coleccionistas de importantes ciudades de Estados Unidos, Argentina y Sudáfrica, al igual que de Cuba.
«Hay piezas que me he enamorado tanto que no me desprendo de ella. Cuando usted me preguntó que si las piezas pesaban mucho, le respondí con otra interrogante:
«--¿A usted, sus hijos le pesan mucho? Los hijos nunca pesan. Cada obra que un artista moldea la considera como uno de sus hijos, porque es una creación nuestra. Es así, yo amo la cerámica. Antes me dedicaba, sistemáticamente al corte y la costura, pero decididamente me enamoré de la cerámica y nunca más he hecho otra cosa».
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