Serie del Día elegida por FotoRevistaSerie del Mes elegida por FotoRevistaEnviada el 21/12/13 a las 12:51:02 - Obra N° SSER131221125102
"El borde entre dos espacios (2013)"
Fuente: Diario El País.
Una estética sobre la ausencia. La antropología de la imagen fotográfica de Matias Kritz.
Matías Kritz es un fotógrafo argentino dotado de un lenguaje muy singular. La revista ARTE presenta parte de su serie realizada en el Hospital de Salud Mental “Braulio Moyano” (Brandsen 2570 – Barracas –Buenos Aires 2013). La exhibición itinerante titulada El borde entre dos espacios dará comienzo a principios del 2014. Compartimos con Uds el texto crítico de Alejandra de las Mercedes Fernández.
“Una voz sin escritura, está a la vez absolutamente viva yabsolutamente muerta”Jacques Derrida,
La voix et le phénomène, cap. VII.
La muestra de Matías Kritz producida en el Hospital de Salud Mental “Braulio Moyano” (Bs. As. 2013) asombra no sólo por la calidad de las imágenes sino por aquello que se oculta. La deliberada ausencia de cuerpos nos envía a preguntar sobre los sujetos instituidos en ese punto ciego, en el cual la objetividad la constituye la medicalización de la conciencia. ¿En qué medida están los hombres presentes sin cuerpo? Las huellas de ser son los reductos pasibles de significación, las referencias vivas de lo que ya no está y por ello la fotografía es presentación. Reunir en el presente significa en alguna medida, ejercer dominio sobre la ausencia y el olvido. Pero a su vez, toda ejecución del presente es la pérdida de referencia de un más allá que lo mostrado.
Inasibilidad de la imagen fotográfica
La metáfora de la luz negra de J. Derrida pone el punto de análisis en el límite, es la contrarreacción de la creencia en que la claridad y la razón van juntas. La obra fotográfica es el producto de la implicación material de la luz en un proceso de absorción y fijación de la imagen como contraste sobre un fondo en principio blanco. La analogía con la luz negra emerge con calidad positiva si se la atribuye a la capacidad representativa de aquello que la visión experiencial no es capaz de sintetizar.
La creencia de que lo que se ve es testimonio de lo real se encuentra desmentida en aquello que buscamos “por detrás” de la fotografía. Tendemos a creer que en la próxima de la serie se irá develando aquello que no sabemos pero prejuzgamos existe, en presente o en pasado.
El hacer del fotógrafo se constituye en un auténtico acto filosófico pues parte de un acto de creencia que se transforma en certeza (“la certeza de lo visto”) pero que a la vez señala en la dirección posible de lo que ha quedado fuera de lo expuesto. Ausencia detrás de la presencia, existencia como incógnita, hueco de lo real que se expide sobre “lo que hay”. La metáfora desmiente el sentido de que en la imagen representada haya propiamente identidad: en el sentido de que las formas mostradas son las formas finales de un fenómeno. Extraña fijeza que en sí misma lleva la multiplicidad representativa de lo que ya no está ni será posible de encontrar bajo la misma forma. Es que la fotografía parte siempre de un punto ciego que es el cuerpo viviente del fotógrafo, punto denso de existencia que se arraiga en un espacio desde el cual emplaza un conjunto de saberes, mecanismos, técnicas y experiencias pasadas y presentes, e intenciones conscientes e inconscientes.
Aún siendo la imagen el punto más denso de concentración de presencia, en la obra de Kritz es la ausencia la que se destaca en plano central. En esos espacios de apariencia onírica pero absolutamente reales lo presente es el no-estar, el límite en que una vida humana sería imposible. La imagen está siendo la voz que anuncia, sin cuerpos, la tragedia de las vidas que pasaron, poniendo en presente la existencia de lo humano como trasfondo de las cosas fotografiadas. Lo “fuera de obra” es el suplemento que las imágenes “reclaman” al espectador.
El fondo negro y la claridad de la locura
Desasir la locura de su atavío icónico y mostrar los bordes espaciales donde hubo reclusión y tratamiento constituye la tarea doble de esta obra fotográfica: enunciar lo testimonial y anunciar la muerte, fin inexorable y correspondencia antropológica del sentido del mundo. La locura es la revelación de la fragilidad y de la ausencia de conciencia de sí y del mundo como apariencia.
Sin claridad no hay fotografía, aunque en ella predominaran las sombras no podría haber objetos sin contornos. La claridad entonces se da en la medida en que muestra, y que mediante ello logra apelar a lo faltante. Faltante que se revela claramente en la ausencia en lo mostrado.
La ausencia de imágenes de hombres refuerza el tópico de que la fotografía se ha retirado del campo de la representación fidedigna del mundo, para pasar a ser una forma de testimonio filosófico del mundo, y que no hay nada en él donde lo humano deje de revelarse.
Subjetividad, encuadre y desasosiego
“El borde entre dos espacios” es la demarcación entre el encuadre necesario de toda fotografía y el “sin bordes” de toda obra artística. Como así también se constituye en el testimonio del exceso de la objetividad sobre los sujetos (in) nombrados.
La fotografía es ontológicamente un escorzo fáctico sobre la realidad. No significa sin embargo que pueda aprehender lo real como tal, sino que más bien es capaz de educir sentidos en lo real, cuyo modo de mostrar es contundente, fijo y por lo mismo intenso.
Cada plasmación fotográfica se constituye en una interpelación para un supuesto espectador, sin el cual permanecería reducida a cripta. El requerimiento de una subjetividad señala el pasaje entre dos ausentes hacia lo único real, que es el instante de una conciencia vívida. La primera ausencia es la del agente autor de la imagen: ya no está donde tuvo necesariamente que estar para producir el encuadre. La segunda ausencia es la del espacio y las cosas representadas en la toma, cuya fijeza es la que produce la ficción de su contundencia.
El encuadre encubre un “más allá del borde” que sin embargo puede ingresar al fondo (profundidad) de lo fijado en la imagen fotográfica. Se impone pues un peligro de “contaminación” que lleva a la subjetividad percipiente a sentir el peligro de la revelación de la angustia frente a lo cambiante o a lo horroroso que se desprende de una existencia frágil y expuesta. Si bien la fotografía exige esa conciencia de lo viviente, en la misma medida que convoca a una recepción estética dependiente de una proyección inconsciente.
El fotógrafo ha tomado una decisión incondicional que a partir del encuadre permanecerá ya para siempre, esto se constituye en un acto cuya violencia performativa significa un agenciamiento de propiedad sobre la realidad. Pero existe un segundo momento no determinado pero sí determinante para conferir el verdadero ser de la fotografía que es el del receptor. No es sino el de la ambigüedad, el momento en que la interpelación del mundo se hace carne.
Si la conciencia es siempre conciencia de algo, el modo inmediato de abordar la fotografía es el de “encontrar su verdad”. Fenomenológicamente se da un desasosiego cuando la imagen no da todo, sino que se presenta sesgada aunque lo en ella representado sea pleno en sus bordes, claro respecto de luces y sombras, equilibrado entre planos.
“El verdadero objeto de que se trata no está adelante sino atrás” dice Lacan en la introducción al Seminario de La Angustia. El objeto fascinante es justamente el aspecto no dado, pero que suscita el deseo de “dar con él”. La serie fotográfica de Kritz cumple de manera conclusa con esta falta de lo humano que se revela en cada imagen. No podemos no inquietarnos angustiosamente frente a esa ausencia de ser en la imagen, cuyo significado emergente es estar expuestos a la locura como parte de la fragilidad humana.
El fantasma de los desasidos de la sociedad está omnipresente en cada una de las fotografías de la serie, no pueden comprenderse sin intentar reconstruir la voz encarnada de los internos. Las paredes, las botellas y los demás objetos son sinécdoque de aquellos singulares que habitaron el psiquiátrico. Inquietan por lo mismo que nos vinculan a un otro que podría ser “cualquiera de nosotros”.
Y la reversión de este desasosiego imaginativo se da en el asirse contemplativamente a las imágenes, en querer escudriñarlas, con la esperanza de que nos revelen algo más que la desolación de la huella de quienes pasaron por el hospital psiquiátrico. La serie fotográfica cumple con la convicción lacaniana de que “el fin de algo es siempre un falso fin, hay un resto importante en el cual se juega el deseo, que es siempre equívoco…un juego de espejos sin fondo”. Sólo la experiencia de la angustia que las imágenes convocan nos acerca al mundo extrínseco que habitan los que hace tiempo abandonaron la cruel regularidad del “mundo normal”.
Matías Kritz (Buenos Aires, 1973). Artista polifacético. Desde 1989 comienza con las artes visuales y la música. Realizó exhibiciones a nivel nacional e internacional. Palazzo Filangieri, Nápoles/Italia en el contexto de la Expo Mattia (2010) y Gallery eclectic, Londres/ UK (2008) y ponencias en el Convención Internacional “ Photographers with a vision” (2013) y el Congreso Internacional NuPACC (2011). Sus obras fueron publicadas en varias revistas y libros especializados.En lo que a la música refiere Kritz ha compuesto 26 álbumes de su autoría.
Nota: La serie fotográfica “El Borde entre Dos Espacios de Matias Kritz” fue escogida por la Dirección General del Hospital de Salud Mental “Braulio Moyano” y el Museo “Christofredo Jakob” para realizar una muestra itinerante que tendrá por objetivo la recuperación del Museo Christofredo Jakob de Neuropsiquiatría de la Germano/Argentina, el cual está considerado único en su categoría a nivel mundial.