Responder11/04/18 21:29:50
El otoño me regala una hojarasca crujiente bajo los pies. / Gusto de caminar lento, porque me permite ver la policromía de los árboles. El aroma fresco y húmedo de la mañana despierta mis sentidos. Me detengo a observar ese paisaje urbano que también se presenta como un muestrario de lo que la arquitectura ofrece conforme cambian con los usos, costumbres y necesidades. Convive lo moderno con lo que tiene? historia. / Y en una esquina, una construcción del siglo pasado. Ladrillos a la vista. Los colores parecen ir en degradee, del rojo original al blanco a ras del piso. El agua hace lo suyo, y va llevando la unión que fortalece a cada ladrillo. La ochava en semicírculo llama mi atención. Miro extasiado la cortina metálica a medio abrir, que deja entrever una puerta de madera donde los vidrios fueron sustituidos por una chapas, cuya herrumbre indica que fueron colocadas hace tiempo.? ¡La de historias que han traspasado por esa puerta!? ? medito. / Mi pensamiento se interrumpe por la pregunta que proviene de una voz a mi espalda: / - Disculpe Sr. ¿que está mirando? / Al voltear para conocer a mi interlocutor, observo que se trata de un señor con guardapolvo color azul muy lavado. / - Nada? ó mucho ? le respondo como para sondear a que se debe su curiosidad. / - Parece que le interesa esa esquina ? afirma con seguridad. / - A decir verdad, si. / - ¿Y qué es lo que ve? / - El paso del tiempo? / - No sé porqué no la venden, o porqué no le pasan la topadora a ese montón de ladrillos viejos e inútiles. Así construyen algo más productivo, más lindo. ¡Con la necesidad que hay de viviendas! / - Mmmm no se ? dije levantando los hombros. / - No pierda el tiempo, sino se le pasará el tiempo ? dijo sin disimular la gracia que le causó su propia frase, y se marchó.
Gustavo Luben Ivanoff