Responder17/01/21 12:16:35
La bahía de Nuevitas, no solo es famosa por sus encantos naturales, sino además por ser uno de los sitios donde el escritor estadounidense acoderaba su yate Pilar en su ribera. / Luego de sus recorridos por los cayos, Hemingway dejaba las ensenadas y caletas de Romano y penetraba en la espaciosa bahía de Nuevitas, echaba el ancla en el embarcadero de El Guincho y se alojaba en alguno de los hospedajes que se encontraban a la orilla del mar. / Eran edificaciones construidas con maderas preciosas, que poseían balcones y terrazas, pisos encerados, y habitaciones con ventanales que daban a los rumores de la mar, a sotavento de la afamada taberna de Agustín el Tuerto. Allí podía beber y comer de todas las exquisiteces marinas, antes de partir en el tren del alba en busca de la mítica Santa Maria del Puerto del Príncipe; ciudad de calles torcidas, adoquinadas, con tantas iglesias y plazas y antiguos conventos. / Era usual, por entonces, que Hemingway y sus compinches recorrieran muy de mañana aquella vieja villa señorial, con sus caserones coloniales, de variadas columnatas interiores, aleros de tejas francesas, y enormes tinajones en los acogedores patios floridos. / Después volvían de nuevo al embarcadero de El Guincho, a los viejos muelles de madera, a las calles de piedras que comenzaban sobre el mismo ribazo, a la sombra de los cocoteros y uvas caletas, a la vista de los almacenes coloniales del puerto, construidos con cales y rocas coralinas, a la pequeña ciudad de San Fernando de Nuevitas que ascendía por la colina, entre los verdores de la vegetación, hasta coronar esa elevación donde se encontraba una antigua iglesia amarilla; iglesia de dos torres, construida a retazos por un maestro catalán.
Lázaro David Najarro Pujol