En la República Argentina existen 602 pueblos de menos de 2.000 habitantes que están en riesgo de desaparecer, 124 que prácticamente no han crecido en los últimos diez años y 90 que ya no figuran en el último censo 2001. Los poblados en riesgo albergan 268.920 habitantes y representan casi el 40% de los poblados rurales del país.
Entre estos pueblos está Ernestina, partido de 25 de Mayo.
De los dos últimos censos -1991/2001-, puede advertirse que la población de Ernestina disminuyó un 12,3%, arrojando una cantidad de 222 habitantes, ubicándola dentro del rango de pueblos en peligro.
Algunas de las causas que conllevan a esta situación, causas comunes para todos los pueblos en riesgo son:
El pueblo, Ernestina, está ubicado en el confín del partido de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, a 186 kilómetros de Capital. La estación de ferrocarril “Ernestina” es la primera del partido.
En 1852, su propietario Don Enrique G. Keen adquirió estas tierras que estaban invadidas por los indios ranqueles y las convirtió en una zona productiva, dedicándose con todo entusiasmo a las rudas tareas rurales y consiguiendo dominar a los indios que eran el terror de los pobladores. Las tierras vírgenes fueron transformándose en campos muy fértiles a partir del trabajo del arado y la férrea voluntad de este hombre. El Doctor Enrique Agustín Keen, hijo del anterior, fue su propietario desde el año 1885 y continuó la obra, dedicándose a la producción agrícola y ganadera.
En 1896 fundó el pueblo “Ernestina”, debido al nombre de su esposa: Ernestina Gandara Casares de Keen. La historia dice que en 1926, el príncipe de Gales visitó Ernestina, lo que significó todo un acontecimiento. Aún se observan, en algunos sectores, muestras del asfalto de entonces. Los memoriosos sostienen que el asfalto se concretó merced a la visita.
Y así fueron desarrollándose distintas actividades: la apertura del Colegio “Doctor Enrique A. Keen”, con su hermoso teatro dirigido por la congregación de Hermanas, la Escuela Provincial N° 15, el Club Atlético “Ernestina”, el Hotel, la telefónica, la sastrería, la farmacia, el correo, almacenes, bares, peluquería... fue como un avance de la civilización en su triunfo sobre el aborigen, a pocos metros del río Salado, antigua barrera defensiva de los malones.
Hoy es una utopía que se ha conservado con toda la magia, con todo el encanto de principios de siglo, veredas de ladrillo, naranjos y plátanos, bulevares con palmeras, molinetes y un curioso almenado que no se sabe si responde a sueños de antiguos fortines o de castillos. Aquí y allá aparecen toques neogóticos típicos de la época.
Hoy todo está quieto, inmóvil; se ha perdido población, optimismo y alegría. El deterioro estructural avanza a pasos agigantados.
Este trabajo no pretende rescatar a Ernestina de su destino, pretende –apenas- tratar de rescatarla del olvido.
Gustavo Arrivillaga
El límite de la fotografía es nuestro propio límite