Ortegal es un mundo pequeño e inmenso a la vez, una costa abrupta que entra en el mar con verdes intensos donde aún es posible imaginar un paisaje libre de la intervención humana.
Hemos caminado por este tramo de la costa gallega, punto de encuentro entre el mar Cantábrico y el Océano Atlántico, descubriendo su singularidad geológica, sus altos acantilados y sus solitarias playas.
Ortegal es también historia, leyenda y peregrinación a Santo André de Teixido (vai de morto o que non vai de vivo), pequeños puertos pesqueros en los que callejear y caminos que surcan las amplias y venteadas praderas, en las que la plácida estampa del ganado en libertad convive con interminables hileras de aerogeneradores.
Cielos cubiertos por grises de muy variadas tonalidades, miradores situados junto a garitas de vigilancia militar del siglo XVIII para observar la medida de las cosas, sentir la dimensión real del ser humano contemplando el rigor y la belleza de estas tierras y mares, abiertos a todos los vientos, en el punto más septentrional de la península Ibérica.
El límite de la fotografía es nuestro propio límite