El sueño de Fidel / Ramón Núñez
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Ramón Núñez
Zamora, España
rpnunyez@gmail.com Volver MI TRABAJO III
Un fotógrafo no debería hablar de su trabajo: una vez hecho, dicho está todo lo que tiene que decir.
No puedo, sin embargo, sustraerme a la tentación de escribir unas palabras que arrojen un poco de luz sobre la relación invisible que se ha instaurado en mi obra y yo mismo.
¿Trasladar realidades?
¿Provocar sentimientos?
¿Hurgar en las conciencias?
¿Dar testimonio del mundo que me rodea?
¿Pura manipulación de lo que veo para convertirlo en lo que me gustaría ver?
¿Ejercicio hedonista?
¿Utilitarismo egoísta?
Tal vez una rara mezcla de todos ellos a partes iguales pero, en definitiva, puede que no sea más que un burdo intento de usurpar a la Vida infinitesimales partes de su Tiempo -ese Dios inexorable, inmisericorde y supremo- para recomponerlas en caprichosas combinaciones de blancos y negros, de luces y sombras, creando ilusorias ventanas al mundo exterior e interior.
Me pregunto muchas veces por qué fotografío instintivamente sólo a personas, por qué nunca me sale de forma natural fotografiar un objeto o un paisaje; casi siempre llego a la misma conclusión: sólo es cuestión de suerte, de una inmensa suerte, o cuestión de tiempo que yo no sea ese anciano tatuado con las arrugas de la vida que sestea a la solana, o ese niño que corretea por detrás pidiéndome un poco de dinero para comer, o esa familia que duerme en la calle y que vive de la caridad del prójimo o, en fin , ese ricachón que mira con desprecio a todos los demás...
Si mis fotografías tienen algo en común es, por encima de todo, el ser humano, tal vez porque me guste fotografiar lo que le sucede a las personas que me rodean o tal vez porque no haga otra cosa que inventar autorretratos de todas las vidas que podría haber vivido.
Si mis fotografías tuvieran algún mérito sería, sin duda, el de sus protagonistas que toleran y aceptan mi presencia, que soportan mi insolencia y que, a la postre, convertidos en papel, y ajenos ya al paso del tiempo, se dejan observar devolviéndome como espejos alguna desconocida parte de mi mismo.
R a m ó n N ú ñ e z H e r n á n d e z
Enero 2009
El límite de la fotografía es nuestro propio límite