EL PRESIDIO II
Continué recorriendo, sin prisa, los pasillos y salas del primer piso de la cárcel. Perdidos en estos ambientes, observé en unas pocas paredes, algunas fotos de mujeres recortadas de viejas revistas, miradas una y mil veces. Sillas desvencijadas, que aún parecen ocupadas por invisibles personajes. La vida allí vivida, se dejaba leer en las paredes, contando historias y creencias. .
Esos espacios que estuvieron plagados de tensiones, gritos, temores, traiciones, ambiciones, venganza y dolor hoy experimentan una serena paz. Un silencio profundo que brota de las celdas más aisladas, se desparrama, como el sol febril de la tarde, por los pasillos y ambientes más amplios.
El patio de la planta baja, parecía ser la zona de pequeños placeres: ejercicios físicos, visitas, charlas y naipes.Nada tangible, solo sensaciones desperdigadas en esta inmensidad de barrotes y cerraduras.
El presidio, casi como un anciano solitario, se va dejando hundir por el tiempo y el descuido en una agonía lenta. Agoniza esperando su libertad, sigue los mismos pasos de aquellos que la habitaron. Sigue esperando que se termine su condena, que alguna mente creativa le brinde una nueva oportunidad.