Epecuén... / D.Alvarez, H.Iannella y R.Maciel
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"Epecuén, las aguas que curaban, destruyeron"
Damian Alvarez, Horacio Iannella y Ricardo Maciel
Buenos Aires, Argentina
Volver Cuando planificamos el viaje a Epecuén conocíamos parcialmente lo que íbamos a encontrar a partir de otras fotografías del lugar que habíamos visto previamente, sobre todo las del excelente trabajo de Javier López Echegoyen.
Una vez allí, luego de conocer la historia de cómo sucedió la inundación, luego de conversar con ex residentes o de escuchar los relatos de los motivos que condujeron a la desaparición del pueblo, sentimos que el lugar dejó de ser simplemente el “sujeto” de nuestras fotografías para convertirse en un drama que ahora, que las aguas han empezado a retirarse, deja a la vista las ruinas, los objetos, los árboles deformados con sus raíces expuestas, como testimonio del dolor de lo que fue.
La mitad de Epecuén se deja ver, la mitad -todavía- está bajo el agua.
Sólo alguien insensible no puede quedar impactado al caminar sus calles, al subirse a los escombros de casas y hoteles que fueron descanso, fueron proyectos (y también realidades) sueños y gritos de chicos en una escuela que ya no existe o el recuerdo del club de fútbol “Gauchos de Epecuén” que se quedó sin cancha y sin hinchada.
Epecuén se construyó a partir de sus aguas que tenían propiedades altamente curativas, las mismas aguas que lo destruyeron. De allí el título de nuestro trabajo.
Quisiéramos mencionar al Licenciado Gastón Partarrieu, Director del Museo “Dr. Adolfo Alsina”, de la ciudad de Carhué (a 12 km de Epecuén), quien previamente al viaje, así como durante nuestra estadía, se comportó de manera excepcional para con nosotros y entre mateadas nos relató la historia de Epecuén y de su gente. A partir de allí fotografiar el lugar fue para nosotros algo más especial, más sentido, más doloroso. Intentamos plasmarlo en nuestras fotos.
Agradecemos sinceramente a Fotorevista por la posibilidad de mostrar nuestro trabajo y a todos y cada uno de los que le dediquen su tiempo a observarlo y criticarlo.
El límite de la fotografía es nuestro propio límite